A veces pienso en dejarte, dejarlo, en el daño que me produce, pero es difícil dejar, sobre todo eso que tanto amo, eso que me hace feliz y al mismo tiempo sentir triste.
Dicen que el pecho se siente dañado, es verdad, lo puedo imaginar apretado, con las venas y todas esas cosas que dicen que hay dentro de nosotros malogradas, pero prefiero morder mi labio y seguir.
Si solo me decidiera en pensar en los momentos tristes, en este precisó instante estaría llorando, aunque debo reconocer que las lágrimas quieren salir, al igual que lo haces tú, lo dejaría de inmediato, te dejaría, lo mandaría a volar de una vez por todas y no volvería a tras.
Pero cuando intentó tomar el valor de hacerlo, cuando busco esos momentos que me harían sentir tristes y llorar como el niño que soy, aparece esa persona que ha avanzado junto a ti, que ha aprendido ha hacer de todo, excepto cocinar bien, y los recuerdos hermosos me inundan, como cuando besaba tus labios abrazándote con mi mano derecha frente un frío mar sureño. Ese momento que no quería que nunca se acabara, ese momento que duró por tanto tiempo.
Y entonces es que me doy cuenta, que cuando dicen que el tiempo todo lo puede es verdad, el tiempo no es una línea, y por mucho que digan los pseudos científicos que no lo podemos controlar, yo sí lo he logrado, porque en este preciso momento estoy en ese lugar, a esa hora de mediana luz, sintiendo la sal chocar en mi cara, fuerte con olor a mar, con olor a ti, con olor a sur.
Podría llegar a pensar que te vas a esfumar, pero no lo haces, vuelves una y otra vez, en el tiempo, con hermosos recuerdos que no logró empañar de dolor, ni mucho menos de maldad, porque fueron tiempos felices, porque fueron momentos de paz.
Y a pesar de tu intento de alejarte de mí, vuelves una vez más con relámpagos de felicidad, entonces me vuelvo a aferrar, a apretarte fuerte dentro de mis recuerdo, y me vuelves a acompañar, a besar y tu humo me hace olvidar que me quieres alejar.
Pero aquí voy a estar.