Él estaba parado ahí en medio de esa fuerte corriente de
viento, mientras los cometas humanos volaban a su alrededor, todos sin alguien
que los sujetara, uno por uno se iban acercando, admirando sus facciones,
buscando alguna imperfección, por supuesto que las tenía, por montones, pero
pareciera que nadie las podía ver.
Algunos cometas eran más bellas que otros, y él las besaba,
al principio con un intenso sentimiento de aventura, queriendo probar todo, las
besaba y las dejaba ir, pero luego con mucho más recato, intentando filtrar
previamente el pesado hilo que arrastraban aquellos cometas, él quería uno para
sí.
De vez en vez él saltaba intentando volar para tocar a alguno
que no se acercaba, los miraba desde lejos, con los pies en la tierra,
intentando hacerse cada vez más y más liviano para alcanzarlos, pero el peso
siempre fue mayor. Se mantuvo en el suelo.
De vez en vez lo rodeaba uno que otro cometa hermoso, con
muchas intenciones de levantarlo hacia el cielo, para hacerlo volar, pero
temeroso él simplemente se desprendía, es mejor no pesar de más a tan vello
objeto, pensaba.
Un día logro comprender la corriente de viento que a todos
movía y como quería logro volar, al ser levantado pudo notar, todos vuelan
solos.